fuente: http://antrophistoria.blogspot.com.es
El genoma de un arcaico fósil ruso revela la compleja historia de la humanidad al poco de salir de África.
Un
equipo internacional ha secuenciado (leído) el genoma de uno de los más
antiguos fósiles humanos “anatómicamente modernos” (es decir, que su
cráneo es como el nuestro, aunque no sabemos si su cerebro también lo
era). El fósil se llama Kostenki 14, está datado en 37.000 años atrás,
fue hallado en Rusia y su genética demuestra que el genoma de europeos y
asiáticos ya difería en esa fecha, y probablemente antes. El dato
esencial es que el ADN de Kostenki 14 es similar al de los europeos y
los siberianos occidentales modernos, pero ya diferente del de los
asiáticos orientales. Esto es lo que dice la ‘grabación’ del
paleolítico.
El
fósil Kostenki 14 recibe su nombre de un pueblo (a veces escrito
Kostyonki) del oeste de Rusia, en el óblast (división federal) de
Vorónezh, junto al río Don. El pueblo es conocido por la presencia de
estatuillas del paleolítico superior, entre 30.000 y 40.000 años atrás, y
unos pocos huesos clasificados como humanos anatómicamente modernos. El
genoma de Kostenki 14 no solo revela la antigua separación entre los
europeos y los asiáticos orientales, sino también que la estructura
genética de los europeos actuales es ancestral –existía ya hace 37.000
años—, y que por tanto sobrevivió a la última era glacial.
Esto
supone también una notable sorpresa, porque la estructura genética de
los europeos se debe en parte a migraciones muy posteriores desde
Oriente Próximo, en el gran movimiento de población que extendió de este
a oeste la revolución neolítica, iniciada con la invención de la
agricultura hace unos 10.000 años. Los científicos piensan que los
ancestros de esos pobladores de Oriente Próximo ya se habían cruzado con
los cazadores paleolíticos en tiempos mucho más arcaicos. La estructura
de la población europea, por tanto, ya era compleja hace 37.000 años.
“Aunque
las comunidades de esta población general se expandían, se mezclaban y
se fragmentaban en medio de unos cambios culturales sísmicos y un cambio
climático feroz”, explican los científicos de Cambridge, “todo esto fue
un barajado del mismo mazo de cartas genético, y la población europea
como conjunto mantuvo el mismo hilo genético desde sus primeros
asentamientos fuera de África hasta que las poblaciones de Oriente
Próximo llegaron durante los últimos 8.000 años, trayendo con ellos la
agricultura y un color de piel más claro”.
El
hecho de que hubo cruzamientos –sexo— entre los humanos modernos de
Europa y los neandertales ya era conocido, pero la datación de esos
intercambios en 54.000 años atrás es también relativamente sorprendente.
Porque fue después de esa fecha cuando las dos especies tuvieron más
oportunidades de interactuar, durante sus 10.000 años de coexistencia en
tierras europeas (de 45.000 a 35.000 años atrás, más o menos).
“Originalmente
nos sorprendió descubrir que hubo cruces entre humanos modernos y
neandertales”, dice uno de los autores, Robert Foley, de Cambridge.
“Pero ahora la cuestión es: ¿por qué hubo tan pocos? Es un hallazgo
extraordinario que no entendemos todavía”.
Mientras
los europeos se cruzaban con los neandertales, los asiáticos lo hacían
con otra población arcaica que vivía más al este, los misteriosos
denisovanos. ¿Se debe a ellos parte de la diferencia observada ahora
entre los europeos y los asiáticos del este? Responde a este diario una
de las coordinadoras del estudio, Marta Mirazón Lahr, directora del
Centro de Estudios sobre Evolución Humana de la Universidad de
Cambridge:
“No,
yo creo que no afecta las diferencias porque es un porcentaje minúsculo
–se estima en un 0.2% en parte de Asia (Dai, chinos Han)— y los
americanos de hoy, heredado de Asia (Mixe, Karitiana); y en un 0% en
otros, como en los grupos llamados ‘negritos’ de Malasia y las Islas
Andamán. Estos valores mínimos contrastan con lo observado en los
‘negritos’ de las Filipinas, en los papúas de Melanesia y en los
australianos (4%-6%), siendo que los Asiáticos pueden haber adquirido su
0.2% no por mezclarse con los denisovanos, sino por mezclarse con los
melanesios”.
“Además”,
prosigue la científica nacida en Buenos Aires, “el único genoma antiguo
asiático (que es parcial), el del fósil chino de Tianyuán, de 40.000
años, no tiene nada de ADN denisovano; por eso, yo creo que las
diferencias entre los asiáticos del este y los europeos fueron
adquiridas en los más de 40.000 años de separación de sus trayectorias
adaptativas y demográficas; la población europea vivió bajo extremos de
clima y ambiente únicos, y con necesidades tecnológicas diferentes para
cazar las faunas periglaciares”.
La vieja Europa es más vieja de lo que se pensaba. Y también más normal.
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