Fuente: http://www.lavozdegalicia.es
Nicolás Copérnico no vio publicada su obra hasta el año de su muerte. Sabía este visionario astrónomo que sus ideas desafiaban las creencias religiosas de la época que le tocó vivir y contradecían la aceptada teoría que defendía que la Tierra era el centro del Universo. A su alrededor, giraban sin pausa los planetas, la luna y el Sol. Este modelo de cosmos, ajustado a los dogmas eclesiásticos de que la humanidad, y por tanto, la Tierra, eran el centro de la creación divina, chocaba con lo que el astrónomo polaco dedujo después de observar el firmamento durante 40 años. No era el Sol, ni las estrellas, ni la Luna, los que giraban alrededor de una Tierra inmóvil. Era esta la que se movía, junto con el resto de astros celestes, orbitando alrededor del Sol.
Nicolás Copérnico nació hace 540 años en la ciudad de Torun -motivo por el que la portada de Google ha amanecido hoy, una vez más, con un especial logotipo sobre la caja de búsquedas, un doodle astronómico que conmemora al astrónomo y su teoría heliocéntrica del Sistema Solar- y vivió en Frombork desde el año 1510 hasta su muerte. Allí instaló un observatorio en una de las torres de la muralla que cercaba la catedral desde donde todas las noches contemplaba el cielo. El resultado de horas y horas de espera mirando el firmamento fue una auténtica revolución científica, la certeza de que los planetas giran por sí mismos y alrededor del Sol.
Nicolás Copérnico y su teoría desmontaron de golpe la fórmula enunciada por el astrónomo y astrólogo Claudio Tolomeo, el primero en plantear que la Tierra era el centro del Universo; que el Sol, la Luna y las estrellas giraban a su alrededor. El modelo de Tolomeo, que elevaba al hombre a protagonista absoluto, fue apoyado por la Iglesia durante toda la Edad Media y puso freno al ascenso de la astronomía durante más de un milenio. Por fin, en 1543, el clérigo polaco Nicolás Copérnico se atrevió a publicar una hipótesis totalmente distinta: el Sol, y no la Tierra, se encontraba en el centro del cosmos.
A esta conclusión llegó Nicolás Copérnico tras pasarse 40 años observando en cielo el paso de cada estrella por el meridiano de una rendija, una labor para la que hoy un astrónomo precisa tan solo una noche. Sin embargo, la visionaria teoría de Copérnico chocó de inmediato con el muro de contención eclesiástico, que en el año 1616 censuró su teoría heliocéntrica para reafirmar la inmovilidad de la Tierra. El enfrentamiento entre la concepción de Tolomeo y la de Nicolás Copérnico (centrado en el Sol o en la Tierra) alcanzó su punto culminante en los siglos XVI y XVII de la mano de un hombre que también era astrónomo y astrólogo a la vez: Johannes Kepler. Mientras se ganaba la vida elaborando horóscopos y calendario astronómicos, a Kepler le inquietaban otras explicaciones alternativas a la organización del universo. Tras años de intenso estudio, y al igual que otros que vinieron detrás como Brahe y Galileo, se unió a la hipótesis de Nicolás Copérnico y comprendió que es indiscutible la teoría de que los planetas se mueven en una elipse alrededor del Sol, revolucionarias ideas que caminaban a un paso infinitamente superior que las estancadas y dominantes creencias religiosas que imperaban en la época.
La obra de Nicolás Copérnico De Revolutionibus Orbium Coelestium (Sobre el movimiento de las esferas celestiales) fue suspendida el 1 de marzo de 1616 por la Iglesia. Este volúmen fue publicado póstumamente en 1543. Hasta 1835, el texto de Nicolás Copérnico permaneció en el índice de libros prohibidos (Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum).
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