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Fuente: Planoinformativo.com
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En la
Sierra Nevada, entre los municipios de Texcoco y Río Frío, en el Estado
de México,un equipo de investigadores del Instituto Nacional de
Antropología e Historia (INAH) ha localizado los vestigios de una
estructura prehispánica monumental, la cual se estima fue un centro
ceremonial utilizado durante el imperio mexica para rendir culto a
Tláloc, deidad de la lluvia.
Hay rastros
también de lo que se estima fueuna calzada, cuya función era recibir las
peregrinaciones que acudían a este lugar de adoración, explica en
entrevista, el arqueólogo Víctor Arribalzaga, director del proyecto de
investigación denominado Monte Tláloc, el cual se realiza gracias a un
convenio entre el INAH y el ayuntamiento de Texcoco, que aportó tres
millones de pesos para su recuperación.
“En Monte Tláloc se
ubicó el más grande centro ceremonial construido sobre una montaña”,
asegura el investigador de la Dirección de Estudios Arqueológicos del
INAH. Aunque el templo tuvo su esplendor
durante la hegemonía mexica, los más recientes hallazgos encontrados en
el sitio datan probablemente de alrededor del año 800 a. C.,
esto es, casi tres mil años, lo que la convierte en la estructura más
antigua de la que hasta hoy se tiene noticia, detalla el arqueólogo.
Arribalzaga
explica que este recinto prehispánico fue utilizado por diferentes
culturas: inicialmente la del periodo formativo, probablemente los
cuicuilcas; le siguieron los teotihuacanos, de acuerdo con arqueólogos
que realizaron investigaciones anteriores, luego los toltecas y
finalmente el imperio mexica conformado por la Triple Alianza, cuya
soberanía ocurrió aproximadamente en el año 1490 al 1521 d.
Era tal la
importancia de este adoratorio que cada 30 de abril —según lo registró
fray Bernardino de Sahagún—, ascendían a él los señores de Texcoco,
Tenochtitlán y Tlacopan, (quienes integraban la Triple Alianza) para
realizar sus ofrendas a Tláloc, comenta el especialista en arqueología
de alta montaña. Esta ceremonia,
documentada por el fraile Diego Durán, se conocía como huey tozoztli o
“gran punzada”, porque el sacrificio consistía en sacarse sangre con
puntas de maguey.
El edificio
prehispánico ubicado en la cima de la montaña está conformado por una
calzada de 150 metros de largo y una gran plataforma rectangular de 50
por 60 metros. Al fondo del templo, hacia
la parte oriental, en el tetzacoalco u observatorio astronómico se
encuentra una fosa donde se supone estaba el adoratorio principal: ahí
se ofrendaban niños llorones para que se convirtieran en servidores de
Tláloc y llevaran las lluvias a los sembradíos, explica el investigador.
El equipo localizó,
a 3 mil 960 metros de altura, lo que al parecer son restos de los
escalones de dos senderos por donde subían los altos dignatarios.
Asimismo se han
encontrado “más de cuatro mil teselas de turquesa con las que se
decoraban discos de pizarra, son placas muy pequeñas que miden de uno a
cinco milímetros en general”, especifica.
En 1539, fray Juan
de Zumárraga ordenó la destrucción del templo por considerar los
rituales que ahí se realizaban como meros actos de idolatría. Las investigaciones revelan que fueron los alguaciles indígenas quienes ejecutaron dicho mandato. Según
se cree, aunque derribaron el adoratorio ellos mismos se encargaron de
resguardar algunos elementos considerados sagrados. A
esa conclusión ha llegado el equipo comandado por Arribalzaga debido a
varios hallazgos, entre ellos una figura de Tláloc, muy erosionada por
cierto, de aproximadamente 1 metro de altura, así como una caja de
madera cubierta con copal que pudiera tratarse de una ofrenda.
La figura de
Tláloc, trascendental desde el punto de vista mítico, es también la
pieza más emblemática de la arqueología mexicana. El
monolito más conocido de esta deidad prehispánica cumplió recientemente
50 años de haber sido traslado al Museo Nacional de Antropología, desde
el pueblo de Coatlinchán, en la región oriental del estado de México.
Por su parte, el
templo de Tláloc recién descubierto era una estructura que “podía verse
desde varios kilómetros a la redonda, porque estaba totalmente estucada.
Además cumplía con funciones de fortaleza defensiva, cuyos muros
almenados servían para vigilar la cercana frontera con los
tlaxcaltecas”, señala Víctor Arribalzaga.
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