A pesar de que normalmente se tiene a los científicos –especialmente aquellos que han hecho importantes descubrimientos– como modelos de racionalidad, son muchos los que han tenido fascinación con ciertos fenómenos que poco tienen que ver con la ciencia como críptidos, fenómenos psíquicos, y otros aspectos relacionados con el ocultismo.
fuente: zocalo.com.mx
Pese a que son creencias de dudosa comprobación, hay quienes se aferran a la idea de lo sobrenatural como verdad. Por supuesto, son millones las personas que creen en alguno o varios de estos fenómenos, pero admitir que varios de los grandes científicos en la historia dedicaban parte de su tiempo a investigar las “artes místicas” resulta más que curioso.
La piedra filosofal
Isaac Newton, que por muchos es llamado el fundador de la ciencia moderna, pasó gran parte de su vida dedicándole esfuerzo a tratar de determinar la fecha exacta de la creación a través de un examen minucioso del Génesis. El matemático no hacía ninguna distinción entre lo científico y lo místico. Él creía que el mundo podía ser entendido a través de las matemáticas, así como a través de los secretos ocultos en la Biblia, basándose en las interpretaciones de sus escrituras.
El científico británico fue, además, un anglicano devoto y alquimista, lo cual no era raro en un científico inglés durante los siglos XVII y XVIII. No obstante, muchas de las creencias religiosas particulares de Newton (en particular su antitrinitarismo) habría sido considerado herético en su momento. A pesar de esto, puede ser difícil para algunos lectores modernos el conciliar las descripciones matemáticas de Newton sobre el universo, con sus obsesiones con la numerología bíblica, la astrología y la búsqueda de la piedra filosofal.
Buscador de sirenas
El botánico zoólogo y taxonomista Carl Nilsson Linæus, mejor conocido en español como Carlos Linneo, se esforzó a lo largo de su vida por erradicar las supersticiones que rodean a los animales míticos. Su obra, Sistema Naturae, incluye una sección titulada Animalia Paradoxa, que enumera los animales fantásticos, así como animales que habían sido descritos por exploradores, pero cuya existencia parecía de alguna manera sospechosa y producto de una imaginación desbordada.
Sin embargo, había un animal mítico que fascinaba tanto a Linneo que incluso él creía real: la sirena. En la décima edición del Sistema Naturae, describe un ejemplar de “sirena” alojado en un museo de Leyden, aunque la hace llamar una criatura “paradójico” (sobre todo porque se supone que es un mamífero marino con grandes orejas y cuello), la sirena sólo fue clasificada como una falsificación hasta más tarde, gracias a un análisis con rayos X. En una carta a la Academia Sueca de Ciencias, Linneo confesó que no estaba seguro de la existencia de una criatura, pero estaba claro que tenía un profundo interés por su posible existencia e incluso impulsó una expedición para capturar un espécimen.
Invocando al demonio
Caso similar al de Newton es el de Charles Babbage, considerado como uno de los padres de la computación. Además de su fascinación por las matemáticas y la ingeniería, Babbage tenía una especial curiosidad por lo oculto. Tal era su fascinación por esto último que a desde una edad temprana se preguntó si la existencia de Dios y de los fenómenos paranormales podía comprobarse científicamente e incluso comenzó a tratar de invocar al diablo.
De acuerdo con Anthony Hyman autor de Charles Babbage: Pioneer of the Computer, mientras el matemático todavía era estudiante en Alphington, Devon, hizo su primer intento de probar la existencia de lo sobrenatural, fallando rotundamente.
El fracaso para conjurar al “Príncipe de las Tinieblas” plantó dudas en la mente del joven Babbage sobre la religión, pero no dejó de plantear la existencia de Dios a pequeñas pruebas. Babbage creía que si había realmente un Dios, entonces este no impediría a un investigador sincero el conocer la verdad.
El club fantasma
El químico inglés, William Crookes, fue uno de los científicos más importantes en Europa del siglo XIX. Sin embargo, a la par de sus logros científicos entre los que se incluyen la invención de un radiómetro, identificar la primera muestra conocida de helio y ser un investigador importante de los rayos catódicos y la radiactividad, también estaba obsesionado con sesiones de espiritismo y los fenómenos paranormales.
Tras la muerte de su hermano Philip a causa de la fiebre amarilla, Crookes comenzó a asistir a sesiones de espiritismo. Estudió a los mediums y declaró sus poderes genuinos. Además, se unió a la Sociedad para la Investigación Psicológica, la Sociedad Teosófica, y la asociación de investigación paranormal conocida simplemente como el Club Fantasma (Ghost Club). Posteriormente, las investigaciones de Crookes ejercerían alguna influencia en las ideas de Nikola Tesla, sólo que a diferencia del químico, el húngaro no era un creyente de los fenómenos paranormales. No obstante, respetó a Crookes y pensó seriamente en sus ideas sobre el espíritu y la vida después de la muerte.
Telegramas y telépatas
La investigación de físico británico Oliver Lodge ayudó al desarrollo del telégrafo, pero éste también llegó a preguntarse si no sólo pulsos y voces, sino el pensamiento humano real, podría ser enviado a través de largas distancias.
Sin embargo, el interés de Lodge en fenómenos poco científicos y su papel en la legitimación de estos fenómenos para un público crédulo le valió la ira de muchos de sus colegas científicos. Sin embargo, otros, como los físicos Heinrich Hertz y Max Planck, fueron más comprensivos con las investigaciones de Lodge en este apartado.
Lodge fue otro científico que fue a parar con espiritistas a raíz de una tragedia familiar, asistiendo a las sesiones después de la muerte de su hijo. Su interés particular, sin embargo, se encontraba en la transferencia de pensamiento, e incluso escribió un libro sobre el tema titulado Spontaneous Telepathy and Clairvoyance (telepatía espontánea y clarividencia).
Extraterrestres espiritistas
El astrónomo francés Camille Flammarion es una figura bastante curiosa dentro del grupo de científicos que alternaban creeancias sobrenaturales con ciencia dura. Por un lado, hizo maravillas para aumentar el interés público en la astronomía. Por otro, era dado a afirmaciones que a veces no era más que simple y llanamente no científicas, como cuando en 1910 causó pánico entre la población al afirmar que los gases de la cola del cometa Halley extinguirían toda la vida en la Tierra (un recurso que pudo haber inspirado El Cinturón Envenenado de Conan Doyle Arthur, otro espiritista).
Además de ser un ferviente creyente del espiritismo y la reencarnación, también tenía una teoría bastante curiosa acerca de la vida en otros planetas. Ciertamente, Flammarion no ha sido el único astrónomo que ha especulado sobre otras criaturas viviendo en nuestro sistema solar. Lo curioso en las ideas de Flammarion es que estaban basadas en la creencia de que después de la muerte, las almas viajan a otro planeta, en donde reencarnan, viven, mueren y repiten el mismo proceso.
El cohete de la Bestia
Jack Parsons fue miembro fundador del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL por su siglas en inglés) de la NASA e inventó el combustible sólido para cohetes. Sin embargo, también era acólito del reconocido ocultista Aleister Crowley, apodado en los círculos esotéricos como “The Great Beast 666” (la Gran Bestia 666).
Además de miembro de alto rango de la sociedad Ordo Templi Orientis, también creada por Crowley. Parsons incluso afirmó que una vez había invocado al diablo y que había conjurado su mujer perfecta, la cual tomó la forma de su “musa” Marjorie Cameron.
Por si fuera poco, Parsons también tiene una conexión con otro nuevo movimiento religioso: la Cienciología. El escritor L. Ron Hubbard vivió con Parsons y su novia por un tiempo y participó en rituales místicos con Parsons.
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