Si hoy la ciencia juega con la idea de un ordenador que pueda pensar, es gracias a la labor del pionero de la computación John McCarthy, fallecido el lunes 24 de octubre de 2011 en su casa de Stanford, California, a los 84 años. A McCarthy se le debe el concepto de inteligencia artificial, que él acuñó en los años cincuenta; el lenguaje de programación Lisp, estrechamente ligado a ese campo de investigación, y el concepto de tiempo compartido en informática, por el que muchos usuarios pueden conectarse a un ordenador central.
De visionario se puede calificar a McCarthy, nacido en Massachusetts en 1927. Se licenció en matemáticas en 1948, en el Instituto de Tecnología de California. Tres años después obtuvo un doctorado por la prestigiosa Universidad de Princeton. Su mente era la de un matemático, y él opinaba que esa era una disciplina imprescindible para desarrollar la inteligencia artificial.
En un documento publicado en 2007 por la Universidad de Stanford, donde enseñó desde 1962 hasta su jubilación en 2000, explicó que él entendía por inteligencia artificial (IA) "la ciencia y la ingeniería de crear máquinas inteligentes, especialmente programas de computación inteligentes. Está relacionada con la tarea similar de utilizar ordenadores para comprender la inteligencia humana, pero la IA no se limita a métodos que sean observables biológicamente".
El momento fundacional de la IA fue una conferencia organizada por él mismo en la Universidad de Darmouth en 1956. Allí planteó sus objetivos: "Este estudio procederá sobre la base de la conjetura de que todos los aspectos del aprendizaje o cualquier otro rasgo de la inteligencia pueden, en principio, ser descritos de una forma tan precisa que se puede crear una máquina que los simule".
Más de medio siglo después, no hay aún ordenadores que imiten el pensamiento. Los hay que se mueven, hablan y responden, pero la equiparación a la vida aún parece muy lejana. En 1978 McCarthy ya se temía esto, y dijo que para crear una verdadera IA se necesitaría el trabajo de "1,7 Einsteins, 2 Maxwells, 5 Faradays y la financiación de 0,3 Proyectos Manhattan, siempre y cuando ese proyecto viniera después de los necesarios descubrimientos conceptuales".
McCarthy investigó profusamente las posibilidades de que una máquina tuviera el mayor grado de humanidad posible: el libre albedrío. "¿Podrá un ordenador decir algún día: puedo, pero no quiero?", se preguntó en 1999. "Hay diferentes tipos y niveles de libre albedrío. Un automóvil tiene libre albedrío, un programa de ajedrez tiene un mínimo nivel de libre albedrío y un ser humano dispone de él en mucho mayor grado. Sistemas con niveles humanos de IA, es decir, aquellos que se equiparen a o sobrepasen la inteligencia humana, necesitarán más que los programas de ajedrez actuales, incluso para ser sirvientes útiles".
En 1958, antes de trasladarse a Stanford, McCarthy fundó el laboratorio de IA en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. Paralelamente, ideó el concepto de tiempo compartido en computación. "Recuerdo que comencé a pensar en ello en los años de mis primeros contactos con ordenadores y me sorprendió que ese no fuera el objetivo principal de IBM y de otros fabricantes de ordenadores", escribió en 1983.
Por "tiempo compartido", McCarthy entendía "un sistema operativo que permitiera a cada usuario de un ordenador comportarse como si tuviera el control total de ese ordenador". Eran los años cincuenta del siglo pasado y los ordenadores personales eran ciencia-ficción. Investigadores como McCarthy creían que, además, serían caros, por lo que intentó facilitar que muchos usuarios pudieran conectarse simultáneamente a un superordenador.
McCarthy se casó tres veces, la segunda con la científica Vera Watson, fallecida en 1978 cuando intentaba escalar el Annapurna. Les sobreviven tres hijos y su tercera mujer, Carolyn.
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