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domingo, 6 de septiembre de 2015

Genealogía, una base para la ciencia y la familia

fuente: ntrzacatecas.com

La Genealogía es la ciencia de determinar las relaciones familiares, indicó la especialista María Concepción Hinojosa, quien explicó que hasta el siglo séptimo de nuestra era se inician los apellidos, porque antes nadie lo necesitaba.

El Benemérito las Américas, Don Benito Juárez, obtuvo su apellido paterno del propietario de donde trabajan su padres, y Lee es el apellido que más se repite en el mundo, lo que representan algunas de las historias ocultas que muestra la Genealogía.

La investigadora de la Sociedad Genealógica y de Historia Familiar de México señaló lo anterior al esbozar el desarrollo de esta ciencia través del tiempo en todo el mundo y su repercusión en la actualidad.

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En entrevista con Notimex explicó que “la Genealogía es la ciencia de determinar las relaciones familiares y la pequeña historia que identifica en forma específica nombres de familia, relaciones, lugares y fechas de diferentes eventos”.

Estos eventos son como nacimientos, matrimonios, defunciones, dijo, y agregó que de ahí nace la historia local, la de una región dada y de una nación.

“Los apellidos nos permiten iniciar la historia familiar, lo que llamamos el árbol genealógico”, precisó.

“En ocasiones no estamos seguros de nuestros apelativos, por la falta de un orden en los registros; hay que acudir no tan sólo a los registros de nacimientos, matrimonios y defunciones, como los conocemos”, refirió.

La experta consideró que “necesitamos consultar, para validarlo, varios documentos como pueden ser los testamentos, compras de propiedades, cartas personales, protocolos, solicitudes de tierra, registros del ejército, causas criminales y muchos más”.

Estas consultas, “hay quien lo hace por hobby, por curiosidad, otros porque quieren saber de dónde proceden, algunos para buscar algún antepasado famoso, para ver si estuvieron relacionados con la historia local”, comentó.

Hinojosa manifestó que “todo eso nos sirve para documentar nuestra propia historia y de la comunidad de donde procedemos”.

La Genealogía, agregó, es una base para estudiar biología, medicina, demografía, sicología, sociografía, lenguaje, entre otras varias disciplinas, para conocer en qué determinados lugares y regiones el tipo de enfermedades que existen, entre otro tipo de situaciones.

“Además han aparecido especialidades relacionadas como lo es la genealogía molecular y la médica, que al conocer los médicos las enfermedades de nuestros antepasados y saber de qué murieron, pueden controlar tempranamente alguna enfermedad”, subrayó.

La experta precisó que “el primer árbol genealógico conocido lo encontramos en el Libro de Génesis, en la Biblia”.

La fuente primaria para iniciar el árbol genealógico propio “son las tías y los tíos viejos, las abuelas y los abuelos, y por supuesto los padres, a quienes hay que pedir nos cuenten las antiguas historias, muchas ocasiones olvidadas”, mencionó.

También sirven “los chismes familiares, pero hay que tener mucho cuidado, no siempre son verdaderos, están salpicados de anécdotas positivas, bastante adornadas”, agregó.

La especialista narró que cuando los seres humanos bajaron de los árboles e iniciaron vida familiar, entre 800 y un millón de años atrás, deben de haber otorgado, para diferenciarse, a cada uno de ellos un nombre, a cada individuo del clan.

“Seguidos, aunque no siempre, del nombre de la tribu a la que pertenecían, y esto lo sabemos cuándo aparece la historia escrita”, externó.

Expuso que los primeros en contar con apellido fueron los chinos, cuando el emperador Jus Tsi, más de tres mil 600 años antes de Cristo, los requería por motivos impositivos, para cobrar tributos a sus numerosos habitantes.

Además, por motivos militares, que todos los hombres y mujeres, niños y niñas tuvieran un nombre de familia que pudiera heredarlo a sus descendientes, como es usual hoy en día, señaló.

La historiadora destacó que “actualmente, el apellido que más se repite en el mundo es un apellido chino – Li – ellos los escriben Li, y en Estados Unidos al llegar a ese país, utilizaron la doble e y quedó Lee”.

Con el paso del tiempo, expresó, los apellidos comienzan a desaparecer, salvo en los reyes y cuando mucho en los muy altos Ducados, y así quedan durante varios siglos.

Durante la Edad Media, anotó, prácticamente nadie tenía ni nombre ni apellido, porque nadie lo necesitaba y fue “hasta el siglo séptimo de nuestra era se inician los apellidos”.

“Pero sucede que ya los grandes comerciantes, los grandes agricultores, que tenían mucho dinero, empiezan adoptar apellidos, porque así sus hijas, las hijas de los nobles que eran ricas, se casan con los nobles y por eso necesitaban un apellido”, dijo.

Hinojosa explicó que “los nobles necesitaban dinero para seguir en la guerra, seguir haciendo los que se les pegara la gana con las gentes que vivían bajo ellos”.

Pasa el tiempo y resulta que el cardenal de la Iglesia Católica, Francisco Jiménez de Cisneros, en 1483, decide, ordena, decreta que todos los niños y niñas que sean bautizados deben de llevar ya dos apellidos, el del padre y el de la madre, pero no indica en el orden que deba de ser.

Hasta el Concilio de Trento, en 1500, fue cuando ordenó, la Iglesia Católica, que todos tuvieran nombre y apellidos.

El cardenal Jiménez Cisneros fue más allá de eso, y él también decretó que hasta los nombres de los abuelos aparecieran en las actas de bautizo, sostuvo.

Sin embargo, mencionó, “desgraciadamente no siempre se hizo y eso siguió sucediendo en México hasta alrededor del siglo 18”.

“Como los indígenas, salvo los tlaxcaltecas que tuvieron el privilegio por haber apoyado a Hernán Cortés a conquistar Tenochtitlan, salvo ellos que eran considerados españoles, entonces eran los únicos que podían tener apellido”, puntualizó.

Los demás indígenas, abundó, tenían dos nombres, generalmente José o María, y el nombre del día del Santo, del día que habían nacido o el día que eran bautizados.

Luego, el cura que los bautizaba ponía una cruz abajo, entonces, por eso apareció el apellido de la Cruz aquí en América, aunque en España era muy antiguo, expresó.

“En México, aún en el siglo 17 y 18, la Iglesia bautizaba, en especial a los indígenas; no existía el Registro Civil, con los dos nombres propios, primero José o María, y el segundo el Santo del día”, apuntó.

“Y podían utilizar el apellido que quisieran”, indicó.

La historiadora resaltó que “Benito Juárez, se apellidó Juárez, porque sucede que el propietario de la hacienda donde sus padres trabajaban, se apellidaba Juárez”.

Entonces, siguió, todos los hijos de todas las personas que trabajaban y de todos los indígenas que allí trabajaban, llevaban el apellido Juárez.

“Siervos, sirvientes, trabajadores de las haciendas y de las personas adineradas de nuestro país, tomaban el apellido de sus patrones al bautizar a los hijos de los esclavos y de los sirvientes, llevaban el apellido del Señor de la hacienda”, señaló.

Hinojosa expresó que “cuando Benito Juárez dicta la Leyes de Reforma para crear el registro civil, lo hizo, no ordenándolo para que existiera, sino ordenar para que estuvieran en un orden dado”.

Con la creación del Registro Civil el 28 de julio de 1859, aunque entró en funciones hasta 1867, inició en México una cierta etapa de orden, al registrar los nacimientos, matrimonios y adopciones, en libros para su conservación, concluyo la experta de la Sociedad Genealógica y de Historia Familiar.
 

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