fuente: http://www.entretantomagazine.com/
Los dientes de dos víctimas de la
plaga de Justiniano, considerada la primera pandemia de peste bubónica
de la historia, han servido a un equipo de investigadores para
reconstruir el genoma de la bacteria causante de la enfermedad (Yersinia
pestis). La cepa ha resultado ser totalmente independiente de la que
originó la peste negra 800 años después.
Los resultados del trabajo, publicado esta semana en la revista The Lancet Infectious Diseases,
demuestran que el brote que originó la plaga de Justiniano no está
relacionado con las apariciones posteriores de la patología.
La primera de las tres grandes pandemias
de peste de la historia surgió en torno al año 541 y se extendió por
Asia, el norte de África y Europa durante unos 200 años. Sus
consecuencias en la historia de Europa fueron devastadoras. “Afectó a
los territorios ocupados por el Imperio romano, incluida España, y causó
entre 50 y 100 millones de muertes”, explica a Sinc Hendrik Poinar, uno
de los autores e investigador de la Universidad McMaster (Cánada).
La plaga de Justiniano se relaciona con
el colapso del Imperio romano de Occidente o Imperio bizantino y la
transición a la era medieval.
Los científicos utilizaron para su
estudio las piezas dentales de dos personas que murieron a causa de la
patología. Los restos, de unos 1.500 años de antigüedad, estaban
enterrados en un cementerio de la ciudad de Aschheim (Alemania) y ambas
víctimas fallecieron en las últimas fases de la epidemia.
Concretamente,
cuando esta llegó al sur de la región alemana de Baviera,
aproximadamente entre los años 541 y 543.
Tras aislar pequeños fragmentos de ADN
de Yersinia pestis encontrados en los dientes, reconstruyeron el genoma
completo del microorganismo y lo compararon con los registrados en una
base de datos de los genomas de más de cien cepas posteriores.
Los análisis demostraron que, aunque
también se originó en China, la primera variante no tenía relación con
los otros dos grandes brotes de la historia: la peste negra –que se
desarrolló sobre todo entre 1347 y 1351– y la pandemia más reciente, que
se extendió alrededor de 1855.
“Ahora podemos comparar este genoma con
los de las cepas actuales y averiguar por qué las variantes antiguas
eran tan mortíferas”, asegura Poinar.
A pesar de la gran cantidad de víctimas
que ocasionó, la plaga de Justiniano desapareció por sí sola, lo que
continúa siendo enigmático para los científicos.
“El trabajo plantea preguntas sobre por
qué un patógeno que era tan fuerte y mortífero se desvaneció –afirma
Edward Holmes, otro de los autores e investigador en la Universidad de
Sidney–.
Probablemente las poblaciones de la época evolucionaron hasta
ser menos susceptibles a la enfermedad”.
“Otra posibilidad es que los cambios en
el clima hicieran que la bacteria no pudiera sobrevivir en la
naturaleza”, señala por su parte otro miembro del equipo, Dave Wagner,
de la Universidad del Norte de Arizona.
La bacteria Yersinia pestis, que es
transmitida al hombre a través de las picaduras de pulgas que viven en
roedores, continúa causando miles de muertes al año en algunas regiones
de África, Asia y América.
“Si la plaga de Justiniano pudo surgir
entre la población, causar una pandemia masiva y después desaparecer,
podría ocurrir de nuevo –señala Wagner–. Afortunadamente, ahora tenemos
antibióticos para tratar la enfermedad, lo que disminuye la posibilidad
de otra pandemia humana a gran escala”.
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