fuente: el heraldo
Cuando los africanos secuestrados en sus tierras llegaban al sur de los Estados Unidos a los inmensos campos de algodón, no solo los marcaban como a las reses y los examinaban como a caballos contándoles los dientes.
No, se sumaba a su miseria, vejación, hambre y abuso una bola de hierro muy irregular pero con tanto peso que, una vez se las argollaban al tobillo con gruesa cadena, sus pasos se hacían lentos y los calambres les reventaban las piernas. De esa forma los hacendados tenían la seguridad de que no podrían huir y de hacerlo serían alcanzados por los perros de presa que los cazaban. Perros entrenados y mejorados en Brasil, donde se creó una nueva raza, los fila, cuya genética está condicionada para seguir el olor humano y cuando atacan, matan.
¿Y esto a qué viene? A que he visto personas brillantes, activas y estables volverse locas cuando su BlackBerry se desconfigura y son capaces de pasar media noche prendidos del *611 hasta que el proveedor logra regresarlos a la vida “normal”. Son tan eficientes estos aparaticos que una vez que entregas el PIN los jefes te llaman a cualquier hora, te mandan mensajes por el chat particular, suenan cada vez que recibes una llamada y te despiertan alegremente. No hay escape diferente a apagarlo, pero ¿cómo ser capaz de cortar esa conexión con el mundo? Prefieren sufrir al jefe, al enamorado (a) impenitente, a quien sea: son adictos al telefonito.
En la Universidad de México encuestaron a 100 estudiantes: el 64% utiliza su teléfono todo el tiempo y únicamente 21% podría pasar más de una día sin tenerlo a la mano. La especialista en adicciones de la Udem, Minerva Cazares Escalera, dijo que “cuando no tienes señal, se acaba la batería o por alguna razón se pierde el BlackBerry, empieza un síndrome de abstinencia con cierta ansiedad y las personas pueden llegar a desesperarse”. Y que me lo digan, si los he visto sudar, alterarse y dilatar pupilas por esa causa. “Cuando se siente la necesidad de estar comunicado e interactuar con otros, el ser humano genera una inquietud que empieza a reaccionar a nivel orgánico, el cual afecta el sistema simpático que evita la tensión, generando estrés en la persona”, agrega Cazares.
Cuando iban a lanzar el aparatico, el equipo de Lexicon, empresa especializada en buscar nombres, barajó muchas posibilidades para bautizarlo hasta que eligió BlackBerry por el color de la frutilla roja oscura y la forma de las teclas del dispositivo, habiendo desechado la palabra “mail” porque podía asociarse a trabajo. Sin embargo, el nombre corresponde a la bola de hierro que les colocaban a los esclavos, que fue llamada blackberry como fórmula políticamente correcta de mencionar una horrible costumbre.
¿Lo sabrían y lo usaron a conciencia o fue un descache? Vaya a saberse, pero desde luego el dispositivo hace las veces de bola de hierro en el cerebro de sus apasionados usuarios. Me niego a tener uno: no quiero que mi vida esté a la mano de cualquiera porque el aparatico marca cuando te deja mensaje, responde en qué estado está el tuyo y a poco que lo desarrollen mejor, ofrecerá un mapa por GPS mostrando dónde estás en ese instante. ¿No es espantosa esa esclavitud de la contemporaneidad?
Por Lola Salcedo Castañeda
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