fuente: http://www.bbc.co.uk/mundo/ por Valeria Perasso
Esa es la propuesta de una parroquia del pueblo de Paull, en el noreste de Reino Unido, donde la provisión de internet de la comunidad entera depende de un transmisor de radio instalado sobre el campanario de la iglesia.
Y ello es posible desde de que una familia de la zona, harta de no tener servicio de conexión por la lejanía de los centros urbanos, decidió establecer su propio sistema de acceso.
Simon Taylor y su hijo Paull (bautizado como su propio pueblo) no sabían mucho de tecnología, pero investigaron. Y llegaron a una solución de bajo costo: unos US$130 para el equipo que permite acceso a velocidad.
"Averiguamos, preguntamos… Terminamos comprando un transmisor y un receptor en un negocio de electrónica y los pusimos a prueba. Después pensamos dónde instalar el sistema para beneficio de todos y fuimos a la iglesia a pedir permiso", dice el padre, en diálogo telefónico con BBC Mundo.
Así, la iglesia de San Andrés en Paull no solo pasó a albergar los equipos, sino que además se convirtió en sede de talleres de redes sociales y su salón de té, con bebidas calientes y tortas a la venta por un precio módico, se volvió un cibercafé de libre acceso para una comunidad de unos 700 habitantes.
Una madrugada, mientras sintonizaba las noticias por la BBC, Paull Taylor escuchó a un portavoz de la compañía British Telecom (BT) prometer que, para 2015, la mayoría de los habitantes de zonas rurales del Reino Unido tendría internet de banda ancha con al menos 2MB de velocidad.
El portavoz de la principal operadora telefónica respondía, en realidad, a una acusación del Comité de Cuentas Públicas del Parlamento, que considera que BT se aprovechó de los US$1.900 millones de fondos públicos asignados a un programa de provisión de internet de calidad en zonas rurales.
"De los 26 contratos adjudicados hasta el momento, todos han ido a manos de BT, y probablemente ocurra lo mismo con los 18 contratos restantes", expresa el informe de la Cámara de los Comunes, que señala a la empresa por prácticas monopólicas.
Taylor no podía saber si el proceso de adjudicación había sido transparente, pero sí estaba convencido de que difícilmente BT -o cualquier otro operador, para el caso- fuera a llegar hasta su casa, que queda en medio de la campiña inglesa y a casi 10 kilómetros de una calle principal.
Y en todo caso, incluso si BT cumplía, 2MB de velocidad no resultarían suficientes.
"Es la realidad de muchas zonas rurales en el país, donde las compañías no dan servicio si vives a más de cinco kilómetros de una central telefónica", indica Simon Taylor, que antes tenía conexión a internet por teléfono (dial-up).
Junto con un vecino, los Taylor convencieron al párroco de San Andrés, la iglesia local que está en pie desde el año 1355.
Enseguida les dio el visto bueno, pero para instalar el equipo en la parte alta del campanario –que luego conectaron a un cable de fibra óptica cercano- tuvieron que esperar unos siete meses, hasta conseguir el permiso del consejo parroquial del condado.
Probaron el sistema por casi un año, estableciendo conexiones con casas cada vez más alejadas para ver cuánto resistía. A fines de septiembre salieron a ofrecerlo como un servicio público.
"Estamos recibiendo llamados de vecinos que quieren conectarse, por el momento llegamos a casas a 23 millas (37 kilómetros) del poblado", explica Taylor.
El servicio, bautizado "The Hubb", no tiene fines de lucro: cobran US$40 al mes para mantenimiento y parte se destina a las labores de mejora en la iglesia.
De hecho, la parroquia ya experimenta los beneficios de esta nueva era digital en la zona: el número de visitantes a la iglesia, según dicen, pasó de unos 10 por domingo a más de 100 cada fin de semana, alentados por el servicio de cibercafé gratuito.
"En cierta medida, convertimos a la iglesia nuevamente en el centro de la comunidad, cuando la congregación llevaba años perdiendo fieles", opina Taylor, que no se considera creyente.
La novedad, según le cuenta a BBC Mundo, se refleja en cosas sencillas: en poder acceder a los formularios que a veces hace falta rellenar para completar trámites en oficinas públicas, en la comunicación por Skype entre las casas que a veces quedan a varios kilómetros de distancia entre sí, en la conexión de la TV inteligente que finalmente pudo hacer un vecino que llevaba dos años con el aparato comprado y sin estrenar.
"Hoy no se puede vivir sin internet, hace falta para todo. No podíamos quedarnos afuera", dice el hombre, devenido pequeño empresario digital.
Si está interesado en Facebook o Twitter, quiere volverse blogger o piensa armar su propio sitio web, dese una vuelta… por la iglesia.
Esa es la propuesta de una parroquia del pueblo de Paull, en el noreste de Reino Unido, donde la provisión de internet de la comunidad entera depende de un transmisor de radio instalado sobre el campanario de la iglesia.
Y ello es posible desde de que una familia de la zona, harta de no tener servicio de conexión por la lejanía de los centros urbanos, decidió establecer su propio sistema de acceso.
Simon Taylor y su hijo Paull (bautizado como su propio pueblo) no sabían mucho de tecnología, pero investigaron. Y llegaron a una solución de bajo costo: unos US$130 para el equipo que permite acceso a velocidad.
"Averiguamos, preguntamos… Terminamos comprando un transmisor y un receptor en un negocio de electrónica y los pusimos a prueba. Después pensamos dónde instalar el sistema para beneficio de todos y fuimos a la iglesia a pedir permiso", dice el padre, en diálogo telefónico con BBC Mundo.
Así, la iglesia de San Andrés en Paull no solo pasó a albergar los equipos, sino que además se convirtió en sede de talleres de redes sociales y su salón de té, con bebidas calientes y tortas a la venta por un precio módico, se volvió un cibercafé de libre acceso para una comunidad de unos 700 habitantes.
Contra el monopolio
Una madrugada, mientras sintonizaba las noticias por la BBC, Paull Taylor escuchó a un portavoz de la compañía British Telecom (BT) prometer que, para 2015, la mayoría de los habitantes de zonas rurales del Reino Unido tendría internet de banda ancha con al menos 2MB de velocidad.
El portavoz de la principal operadora telefónica respondía, en realidad, a una acusación del Comité de Cuentas Públicas del Parlamento, que considera que BT se aprovechó de los US$1.900 millones de fondos públicos asignados a un programa de provisión de internet de calidad en zonas rurales.
"De los 26 contratos adjudicados hasta el momento, todos han ido a manos de BT, y probablemente ocurra lo mismo con los 18 contratos restantes", expresa el informe de la Cámara de los Comunes, que señala a la empresa por prácticas monopólicas.
Taylor no podía saber si el proceso de adjudicación había sido transparente, pero sí estaba convencido de que difícilmente BT -o cualquier otro operador, para el caso- fuera a llegar hasta su casa, que queda en medio de la campiña inglesa y a casi 10 kilómetros de una calle principal.
Y en todo caso, incluso si BT cumplía, 2MB de velocidad no resultarían suficientes.
"Es la realidad de muchas zonas rurales en el país, donde las compañías no dan servicio si vives a más de cinco kilómetros de una central telefónica", indica Simon Taylor, que antes tenía conexión a internet por teléfono (dial-up).
A pedir, a la iglesia
Junto con un vecino, los Taylor convencieron al párroco de San Andrés, la iglesia local que está en pie desde el año 1355.
Enseguida les dio el visto bueno, pero para instalar el equipo en la parte alta del campanario –que luego conectaron a un cable de fibra óptica cercano- tuvieron que esperar unos siete meses, hasta conseguir el permiso del consejo parroquial del condado.
Probaron el sistema por casi un año, estableciendo conexiones con casas cada vez más alejadas para ver cuánto resistía. A fines de septiembre salieron a ofrecerlo como un servicio público.
"Estamos recibiendo llamados de vecinos que quieren conectarse, por el momento llegamos a casas a 23 millas (37 kilómetros) del poblado", explica Taylor.
El servicio, bautizado "The Hubb", no tiene fines de lucro: cobran US$40 al mes para mantenimiento y parte se destina a las labores de mejora en la iglesia.
De hecho, la parroquia ya experimenta los beneficios de esta nueva era digital en la zona: el número de visitantes a la iglesia, según dicen, pasó de unos 10 por domingo a más de 100 cada fin de semana, alentados por el servicio de cibercafé gratuito.
"En cierta medida, convertimos a la iglesia nuevamente en el centro de la comunidad, cuando la congregación llevaba años perdiendo fieles", opina Taylor, que no se considera creyente.
La novedad, según le cuenta a BBC Mundo, se refleja en cosas sencillas: en poder acceder a los formularios que a veces hace falta rellenar para completar trámites en oficinas públicas, en la comunicación por Skype entre las casas que a veces quedan a varios kilómetros de distancia entre sí, en la conexión de la TV inteligente que finalmente pudo hacer un vecino que llevaba dos años con el aparato comprado y sin estrenar.
"Hoy no se puede vivir sin internet, hace falta para todo. No podíamos quedarnos afuera", dice el hombre, devenido pequeño empresario digital.
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