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martes, 11 de octubre de 2011

¿El ‘otoño norteamericano’?, / Is the 'American Fall'? ,


fuente el pais.es


Version original en Espanol

El 15-M neoyorquino arrancó el pasado 17 de septiembre con una llamada lanzada desde la revista canadiense de cultura alternativa Adbusters a ocupar Wall Street. El objetivo era protestar contra el poder financiero estadounidense, símbolo inequívoco de una crisis económica que afecta con particular dureza a la clase media y a los jóvenes de un país que el mismo día de aquella convocatoria recibía los datos del último censo: 46 millones de personas (el 15% de la población) viven por debajo del índice de pobreza. “Somos el 99% y estamos en contra de ese 1% que posee más del 40% de la riqueza del planeta”, clamaron entonces apenas 2.000 personas.
La convocatoria esperaba reunir a mucha más gente, pero tras la manifestación, aquella primera noche sólo durmieron 296 en el parque Zuccotti (la policía acordonó la Bolsa neoyorquina y no les permitió acercarse, así que escogieron esa zona verde cercana). Pese a ser pocos, no se desanimaron. Poco a poco se fueron organizando en asambleas diarias en las que todo se decide por consenso y donde se han empezado a cocinar sus reivindicaciones, como la recogida en la Declaración de Ocupación de Nueva York, desde la que llaman al mundo a ocupar los espacios públicos contra el poder y la corrupción.
Pero tuvo que arrancar el paseo de las estrellas por Wall Street para que los indignados neoyorquinos, que comenzaron a organizarse bajo el nombre Asamblea NYC en agosto con la ayuda de varios españoles con experiencia en el 15-M, adquirieran peso mediático en su propio país. No es que el discurso de Noam Chomsky, Susan Sarandon, Michael Moore, Russell Simmons o Cornel West sea más interesante, elaborado, o directo que el de las 300 personas que componen el núcleo duro del movimiento Occupy (Ocupa) Wall Street, (aunque durante el día se les unan al menos un millar de personas).
Pero en un país mediáticamente enganchado a las celebridades, solo su aparición pública ha conseguido romper la barrera informativa que les rodeaba y que solo la prensa internacional (entre otros medios, EL PAÍS) se había saltado. Además, tras la espectacular detención el sábado de otras 700 personas en el puente de Brooklyn, se ha vuelto imposible negar lo obvio: el descontento social que tomó las plazas españolas, las ciudades griegas y las calles israelíes también ha llegado a Estados Unidos, y desde Nueva York se extiende hacia otras ciudades del país. “Tras la primavera árabe y la revolución española, puede que haya llegado la hora del otoño estadounidense”, declaraba hace unos días Gary Louisa, de 21 años y en paro, quien se quejaba de no tener acceso a la educación “porque se obliga a pedir préstamos a intereses impagables” y de tener que elegir “entre comer e ir al dentista”. Esas eran su razones para estar acampado en Wall Street.
Los indignados neoyorquinos están mucho más cerca del 15-M español que de los egipcios que ocuparon la plaza de Tahrir, aunque la escasa cobertura informativa que recibió en Estados Unidos la revolución española hace que a menudo la prensa y la gente solo les asocie con la primavera árabe. El malestar ante una sociedad que exige precios astronómicos por viviendas, salud y educación sin dar nada a cambio y que fue testigo del rescate de los bancos en 2008 mientras miles de personas protagonizaban despidos masivos o veían congelados sus salarios es patente entre los menores de 26 años, el grueso de los habitantes del parque Zuccotti (rebautizado como plaza de la Libertad). Pero en este espacio, -muy similar en funcionamiento a la Puerta del Sol, con cocina, farmacia, librería y puestos informativos-, también hay profesores universitarios, ingenieros e incluso excorredores de la Bolsa.
En su mayoría blancos y de clase media, faltaban hispanos y negros. El problema es que su protesta era invisible para el país. Eso ha cambiado en los últimos días y también esas comunidades buscan ahora integrarse en el movimiento, aunque el impulso más fuerte les ha llegado desde los sindicatos. El de los empleados de correos, con más de 100.000 afiliados nacionales, y el del transporte público de Nueva York, con 38.000 miembros, les dieron su apoyo oficial la semana pasada. La mecha de los indignados de EE UU está prendida. Ahora solo falta ver hasta dónde les llevará.

English Version
The 15-M New York started last September 17 with a call launched from the Canadian magazine of alternative culture Adbusters to take Wall Street. The aim was to protest against U.S. financial power, unmistakable symbol of an economic crisis that affects particularly hard for the middle class and youth of a country the same day he received notice that the latest census data: 46 million ( 15% of the population) live below the poverty line. "We are 99% and we are against the 1% that owns more than 40% of the planet's wealth," then claimed only 2,000 people.
The call will bring together many more people, but after the demonstration, only slept that first night in the park 296 Zuccotti (police cordoned off the NYSE and not allowed to get closer, so I chose that green area nearby). Despite being few, were not discouraged. Gradually they organized in daily assemblies in which everything is decided by consensus and where they have started to cook their claims, as is contained in the Declaration of Occupation of New York, from which you call the world to occupy public spaces against power and corruption.
But he had to start the walk of stars by Wall Street to the outraged New Yorkers, who began to organize under the name NYC Assembly in August with the help of several Spanish with experience in the 15-M, acquire media weight at home . Not that the speech of Noam Chomsky, Susan Sarandon, Michael Moore, Cornel West Russell Simmons and more interesting, elaborate, or direct than that of the 300 people who make up the core of the movement Occupy (occupies) Wall Street (although during the day to join them at least a thousand people).
But in a country hooked on celebrities medially, only public appearance has managed to break the barrier around them and information that only the international press (among other things, EL PAIS) had jumped. Moreover, after the spectacular arrest on Saturday of another 700 people at the Brooklyn Bridge has become impossible to deny the obvious: the social unrest that took the Spanish plazas, the Greek cities and Israeli streets has also come to the United States and extends from New York to other cities.  "After the Arab spring, and the Spanish revolution, may have come in the fall when Americans," said Gary Louisa a few days ago, 21 and unemployed, who complained of having no access to education "because it requires unpaid interest borrow "and having to choose" between eating and going to the dentist.  These were his reasons to be camped on Wall Street.
The outraged New Yorkers are much closer to the Spanish 15-M of the Egyptians who occupied Tahrir Square, although it received little coverage in the United States the Spanish revolution often makes the press and people just associate them with the Arab spring. The unrest in a society that requires astronomical prices for housing, health and education without giving anything in return and who witnessed the rescue of banks in 2008 as thousands of people staged mass layoffs were frozen wages is evident among those under 26 years, the bulk of the inhabitants of Zuccotti Park (renamed Freedom Square). But in this space-very similar in operation to the Puerta del Sol, with kitchen, pharmacy, library and information booths, there are also university professors, engineers and even ex-Stock Exchange runners.
Mostly white and middle class Blacks and Hispanics were missing. The problem is that their protest was invisible to the country. That has changed in recent days and are now looking to integrate these communities into the movement, although the strongest impetus has come from their Unions. The postal employees, with more than 100,000 national affiliates, and public transportation in New York, with 38,000 members, gave their official backing last week. The wick of the outraged U.S. is on. Now we just need to see how far it will take. 

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