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domingo, 26 de julio de 2015

¿Puede la ciencia determinar el sexo de un deportista?

fuente: latercera.com


Las organizaciones deportivas internacionales llevan décadas buscando un sexador de pollos para separar nítidamente mujeres y hombres en la alta competición. Pero las personas no son pollos y las condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo, distan mucho de ser blanco y negro.

Hace tiempo que la ciencia dejó claro que no existe una única regla biológica para determinar el sexo y en los últimos 30 años, cromosomas y hormonas han fracasado en el intento de ser esa herramienta fiable. Mientras, quedaba por el camino un reguero de mujeres deportistas vejadas, ridiculizadas, con vidas rotas e intentos de suicidio, simplemente por no encajar en el patrón que fisiológicamente debía ser una atleta de sexo femenino.

La última víctima, Dutee Chand, ha ganado la batalla. Los niveles de testosterona de esta velocista india de 18 años, producidos de forma natural, pusieron en guardia a la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF), que decidió suspenderla. Chand tenía hiperandroginismo, exceso de hormonas masculinas, esencialmente testosterona, que le darían una ventaja ante sus rivales. Tenía que someterse a tratamiento médico si quería competir y ella se negó. En su resolución del lunes pasado, el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) determinó que los científicos no pudieron indicar cuánta ventaja otorga esta producción natural como para ser  descalificada. Y más importante aún: dictaminó que la norma del hiperandroginismo discrimina a las mujeres, porque sólo se les aplica a ellas. “He sido humillada por algo de lo que no se me puede culpar”, dijo Chand.

Si producir de forma natural más testosterona que tus rivales es una ventaja descalificante, argumenta el TAS, ¿por qué no se aplica también a los hombres? Como explica Katrina Karkazis, experta en bioética de Stanford y asesora de Chand, la testosterona (producida de forma natural) no es únicamente masculina y la ventaja que otorga es la misma que tener más altura, flexibilidad o mejores pulmones. “El fallo es enorme e histórico”, dijo.

Superar el nivel límite de testosterona exigido -10 nanomoles por litro de sangre, cuatro veces lo que se considera normal en mujeres- no convierte a atletas como Chand en hombres.

Un estudio del propio Comité Olímpico Internacional mostró que el 13,7% de las atletas tienen niveles de testosterona sobre el rango habitual de las mujeres, y que un 4,7% tienen niveles que entran en la orquilla de lo considerado masculino. Asimismo, un 16,5% de los atletas de élite tienen niveles de testosterona bajo del rango masculino, y 1,8% caen en niveles considerados femeninos. “La naturaleza no es clara”, sentencia ahora el TAS.

En 1985, la velocista española María José Martínez Patiño se disponía a competir en los Mundiales de Kobe. Entonces se comprobaba el sexo de las mujeres (nunca de los hombres) atendiendo a los cromosomas: si tiene el par XX es mujer y si tiene XY es hombre. Tan simple como discutible. La prueba de Patiño determinó XY y la delegación española, en uno de los episodios más oscuros del deporte, le pidió que fingiera una lesión para no filtrar su condición a la prensa. “Me sentí humillada. Perdí a mis amigos, a mi novio, la esperanza. Pero yo sabía que era mujer”, explicó. Finalmente, ganó su caso y pudo volver a competir. Los cromosomas tampoco sirven para sexar atletas.

Tras el caso de Patiño, la ciencia fue destruyendo paso a paso la pretensión del COI y otros organismos de dar con una regla biológica que determine de forma indubitada lo que es una mujer. Esto, sumado al hecho de que los casos de hombres haciéndose pasar por mujeres son irrelevantes en el deporte de hoy, llevó a suspender estos exámenes en 2000. Hasta que llegó Semenya.

“Mírala, es un hombre”, se dijo una y otra vez de Caster Semenya, atleta sudafricana que ganó el oro en 800 metros en los Mundiales de Berlín de 2009. Su físico no encajaba con el patrón de mujer y además ganaba. Las denuncias de sus compañeras derrotadas obligaron a Semenya a pasar un control de sexo, que incluyó una foto de sus genitales, que determinó que tenía hiperandroginismo como Chand. Después de convertirla en un monstruo de feria en los medios, se permitió a Semenya seguir corriendo, pero la IAAF y el COI acordaron que no habría sitio para una nueva Semenya. Hasta que apareció Chand, que tumbó esta normativa.

Ahora, la IAAF tiene un plazo de dos años para aportar datos científicos que avalen el uso de la regla del hiperandroginismo. Al margen de si la testosterona es una ventaja descalificante, ahora no queda más regla que la ley para determinar quién es mujer y quién hombre.

Coincide con el criterio de Karkazis. “No se puede hacer un test de sexo. Es imposible, no hay un rasgo que sirva para clasificar a las personas. Hay muchas características y siempre hay excepciones”.

“Esto no es un concurso de belleza”, denuncia Patiño en referencia a los comentarios que sufren algunas deportistas por su imagen. La ex atleta señala otro punto en común de las deportistas castigadas: “Siempre son de países en desarrollo, con poco peso internacional. Chand es de una familia muy, muy pobre de India. Yo me he enterado ahora de que en Kobe, en 1985, otra atleta de EE.UU. tuvo exactamente mi mismo problema pero ella pudo competir y yo no. Su nombre ni salió”, denuncia. En los Juegos de Londres en 2012, cuatro atletas de “países en desarrollo” no pasaron el control de sexo y, discretamente, terminaron en Francia sometiéndose a tratamiento para ser hormonalmente más femeninas y poder competir en el futuro. Chand se negó a pasar por eso. Y ganó.

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