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viernes, 20 de febrero de 2015

Callejón de la Condesa, sitio emblemático para adquirir libros y arte

fuente: pulsoslp.com.mx

La Feria del Libro instalada todo el año en el Callejón de la Condesa, a 30 pasos del Palacio de Minería, tiene una carga simbólica impresionante. Además de ocupar un punto estratégico del Centro Histórico, sus libreros comercian también piezas de invaluable valor económico, artístico, estético e histórico.
 
“Además de primeras ediciones, incunables y pinturas del siglo XIX, tenemos las más variadas piezas de arte, esculturas, objetos antiguos y raros”, aseguró en entrevista con Notimex Ian Prado, quien con 13 años como librero y corredor de arte es uno de los más respetados en el Callejón de la Condesa.
Por su parte, León Tabernero Molina, con una década como librero y nueve en ese pasaje emblemático, se dijo orgulloso porque apenas ayer vendió “Ejercicios espirituales de Santa Teresa”, una edición madrileña de 1760, grabada y calada a fuego con monograma del propietario. ¿El precio?, “ese es un secreto profesional de los libreros de abolengo”.

Lo cierto, es que aquí circulan libros como la edición del siglo XVIII en cuatro tomos de “El Quijote”, que puede ser vendida hasta en 120 mil pesos, o “Las mil y unas noches”, que alcanza un precio similar, mientras que “La metamorfosis”, de Franz Kafka puede encontrarse en una edición que no supera los 20 pesos. “Hay libros para todos los presupuestos”, dijo.

En el callejón también se encuentra un vendedor de libros gracioso que en un pequeño cesto coloca una buena cantidad de libros y los vende a cinco pesos cada uno, lo que habla de la importancia y el valor de la obra, “porque lo que para alguien puede ser un libro deleznable, para otro puede ser una joya”.

Otro librero de prestigio es Jorge Alberto León Molina, quien con apenas cuatro años en el noble oficio de librero y tres en este sitio, mencionó que por sus manos han pasado cientos, miles de obras, como las del uruguayo Juan Carlos Onetti. “No soy tanto de libro antiguo, más bien de literatura contemporánea, libros que se han dejado de editar y que mis clientes desean por las buenas referencias que tienen de ellos”, señaló.

León Molina considera que los libreros que están permanentemente instalados en ese sitio no compiten con la Feria Internacional del Libro de Minería que actualmente se lleva a cabo en su XXXVI edición, tampoco se complementan no tienen relación alguna. “Esto es algo distinto, pues a Minería llegan las novedades y aquí, raros, antiguos y tesoros”.

Ian Prado recordó que por el lugar desfilan diversas personalidades de los más variados ámbitos del quehacer humano, entre políticos, científicos, artistas de todas las ramas del arte, y no pocos funcionarios públicos en los tres niveles de gobierno. “En el discurso enorme que es el Centro Histórico, están desde chavos de la calle hasta diputados”.

El común denominador de toda esa gentes radica en que todos saben que en el Callejón de la Condesa van a encontrar libros usados que ya no se editan, que son interesantes para cada quien. Una “pieza”, dejó ver el entrevistado, “es aquel libro que tiene un particular valor para alguien, aunque para otro lector esa obra no signifique absolutamente nada”.

Ejemplificó que el manual “Cuidados para pequeños porcinos en Xalapa hacia finales de los años 30” puede ser la “pieza” para alguna persona interesada en el tema, “mientras que para la inmensa mayoría de quienes transitan por el callejón puede ser un libro que no solamente no les llame la atención, sino que no leerían ni por equivocación”.

La gente llega aquí a encontrar no sólo el libro usado que tenía en mente, sino algo más, una “pieza”, algo insólito, raro o cuyo tema siempre le ha apasionado y no sabía que existía documentado en un libro. “Parece algo contradictorio, porque la gente viene a buscar y siempre se lleva algo que no imaginaba. Es una convivencia entre quien vende y compra”.

A la mente de Tabernero llegó el momento en que tuvo su primer acercamiento a los libros, cuando tenía escasos cinco años de edad. “Mis padres tuvieron una educación trunca, para quienes leer significaba no estar haciendo nada, mientras para mí ya lo era hacer todo, conectarme con otras personas, otros mundos y otras historias”, añadió.

Por eso, la lectura para él tiene el atractivo de lo prohibido. “Se me prohibía leer como a quien se le prohíbe de niño comer galletas. Antes de desanimarme, me estimuló a seguir leyendo. Mucho tiempo antes de dedicarme a vender libros, siendo yo oficinista, los libros me dieron la pauta: Decidí ‘rescatar’ libros, es decir, comprarlos y venderlos”.

Finalmente, Jorge Alberto León Molina justificó una visita al Callejón de la Condesa: “He viajado por la República y puedo asegurar que hay pocos sitios como este, donde uno puede pasear por el Centro Histórico con museos y enorme riqueza arquitectónica, restaurantes, teatros, la Alameda, y lo mejor, los libros usados del Callejón de la Condesa”.

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