El triunfo de Uruguay y el desconsuelo de Brasil
Durante la II Guerra Mundial, el Vicepresidente de la FIFA, el italiano Ottorino Barassi, escondió el trofeo de la Copa Mundial de la FIFA™ en una caja de zapatos debajo de la cama y así evitó que cayera en manos del ejército de ocupación.
La fase de clasificación se convirtió en una especie de farsa, en la que se retiraban equipos que ya habían conseguido clasificarse, y equipos que ya habían quedado eliminados recibían ofertas de plazas para la final. La India se retiró de la competición porque la FIFA no permitió que el equipo jugara descalzo. Así las cosas, sólo trece selecciones participaron en la fase final.La Copa Mundial de la FIFA™ volvió a celebrarse y Uruguay se alzó con la victoria en "la final que no fue una final".
Sin embargo, antes de que ésta tuviera lugar, Estados Unidos venció a Inglaterra por 1-0 en Belo Horizonte y la selección no profesional de Suecia se impuso a Italia por 3-2 en Sao Paulo.
La competición se organizó en forma de liguilla, y Brasil, España, Suecia y Uruguay quedaron como últimos contendientes al título. En el encuentro con Uruguay, Brasil necesitaba únicamente un empate para alzarse con el trofeo, pero perdió por 2-1 ante la hinchada de 174.000 espectadores que se dieron cita en el estadio carioca de Maracaná.
El fútbol sobrevivió a la II Guerra Mundial
El primer congreso de la FIFA tras la II Guerra Mundial, celebrado en Luxemburgo el 25 de julio de 1946, adquirió importancia histórica por diversas razones. En primer lugar, porque rindió tributo al Presidente de la FIFA, quien durante los años de guerra había intentado mantener vivo el espíritu del fútbol por todos los medios que el cargo ponía a su alcance. En su honor, el trofeo de la Copa Mundial de fútbol recibió el nombre de "Copa Jules Rimet". Además, el congreso anunció la vuelta de las asociaciones de fútbol británicas, ausentes desde 1929. No obstante, la responsabilidad de organizar la siguiente Copa Mundial de la FIFA™, prevista para 1950, recayó en la Confederación Brasileña de Deportes, cuya selección había causado tan buena impresión durante el Mundial de 1938.
La organización de la Copa Mundial de la FIFA™ en el famoso estadio de Maracaná de Río de Janeiro y en otras ciudades de Brasil abrió una nueva era para la joven competición, tan sólo doce años después del Mundial de Francia.
El mayor estadio del planeta
El fútbol se había hecho tan popular en Brasil que se decidió construir un nuevo estadio con capacidad para 220.000 espectadores en las afueras de Río de Janeiro. Las obras empezaron el 2 de agosto de 1948. Sin embargo, los plazos de finalización previstos resultaron demasiado ambiciosos y el proyecto empezó muy pronto a sufrir retrasos. Cuando faltaban sólo cinco semanas para el partido inaugural, la organización brasileña se vio un tanto agobiada por la situación, y la FIFA decidió enviar a Río a Ottorino Barassi, Presidente de la Federación Italiana de Fútbol, que había organizado a la perfección la Copa Mundial de la FIFA™ de 1934. El 24 de junio de 1950 el estadio de Maracaná se inauguró oficialmente, aunque en realidad tenía toda la pinta de ser un estadio en obras y le faltaba la tribuna de prensa. Sin embargo, el campo estaba listo para recibir a los trece equipos clasificados para la fase final. Las selecciones se repartieron en cuatro grupos: dos grupos con cuatro equipos cada uno; un grupo formado por tres equipos y otro grupo con dos.
Una nación en apoyo de su selección
Después de una fácil victoria frente a México (4-0), la selección brasileña, ante la sorpresa de todo el mundo, empató (2-2) con Suiza. Yugoslavia, que había ganado los dos primeros encuentros disputados, sólo necesitaba empatar con Brasil para pasar a la siguiente ronda. Pero, ante los 150.000 enfervorizados hinchas que ocupaban el estadio de Maracaná, Brasil se alzó con la victoria (2-0). Así fue como Brasil se clasificó, junto a otras tres selecciones (España, Uruguay y Suecia), no para las semifinales, sino para una serie de partidos de todos contra todos, en los que la gran sorpresa fue la ausencia de Inglaterra e Italia. Tras una semana de descanso, la selección brasileña salió a por todas. Primero aplastó a Suecia (7-1) y después a España (6-1). A nadie le cupo la menor duda de que Brasil estaba en racha y de que esos impresionantes resultados iban a repetirse en el encuentro contra Uruguay, una selección que, tras haber empatado con España, contaba con sólo tres puntos en su haber. De manera que Brasil sólo necesitaba un empate para proclamarse campeona del mundo. En un estadio lleno hasta la bandera, Brasil inauguró el marcador a los pocos minutos de la segunda parte, pero el equipo no parecía muy suelto y en ningún momento hizo alarde de su característico fútbol?samba. Los uruguayos igualaron el marcador y, lejos de sentirse acobardados por la hinchada brasileña, cuando sólo faltaban once minutos para el final del encuentro, marcaron el gol de la victoria. Brasil había perdido "su" Copa Mundial de la FIFA™. En cuestión de segundos, toda la nación quedó desconsolada. Tanto fue así que incluso las autoridades brasileñas se olvidaron de entregarle la Copa, símbolo de su victoria, a la selección uruguaya y le tocó al mismísimo Jules Rimet bajar al terreno de juego en busca del capitán de Uruguay para proceder a la ceremonia de entrega. Ni siquiera la certeza de que la "Taça de Mondo" había resultado un tremendo éxito económico y deportivo pudo consolar a Brasil. El fútbol había entrado en una nueva era.
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sábado, 19 de junio de 2010
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